La reina exige estar sola, que la excusen con un mal repentino, y que no la molesten hasta el atardecer. Yun apesadumbrada accede y junto a su hermano presiden la celebración en nombre de la reina…
Los vigías en su vuelta de reconocimiento a la muralla observaron una grieta anormal en ella, no era una rotura en sí, más bien como si la piedra se hubiese vuelto algo traslúcida. Su deber es comunicar cualquier anomalía en la muralla, pero el primer ministro no permitió que se le molestase entendiendo que no prestaba mayor relevancia. Dan comienzo los juegos ante la incertidumbre de los participantes e invitados al no asistir la reina; y el pueblo murmura decepcionado…
Los Señores de Veenal, son los astrólogos, astrónomos y magos del reino, un rey aliado había solicitado sus servicios y partieron con el beneplácito de la reina. Su regreso sería a mediados de semana de la celebración, pero un nefasto sueño alertó de la seguridad del reino a Amea, y tras contárselo a Jacón, su marido, decidieron regresar sin dilaciones.
Su carruaje es el más veloz de estas tierras no solo por sus majestuosos caballos, sino por las herraduras mágicas que forjaron para ellos con los restos de un meteorito expulsado del cinturón de Orbión, y clavos de las columnas de las ruinas sumergidas de Marina en el mar de Sécilos. A pesar de este potencial, según abordaban las últimas horas para su llegada, sintieron como el tiempo se ralentizaba y una bruma densa se enmarañaba en las patas de los caballos y ruedas del carruaje.
Ahora estaban completamente seguros, un agresor insólito y perverso había irrumpido en la placidez de palacio, de un poder extraordinario pues ellos mismo tejieron una telaraña con el hilo de la araña espectral Terdea, que invisible fortificaba todo el entorno del reino de cualquier inclusión sobrenatural.
Ante los reclamos y advertencia de éste la reina extiende una palma y materializa una daga que hunde sin remordimiento en su corazón, al intentar esquivar una próxima estocada, dos soldados le sujetan por los brazos, el primer ministro baja la cabeza y se resigna. Yun quiere correr socorrer al primer ministro. Grita: ¡Deteneos! cuando ve a su madre encolerizada y fuera de sí asestar otra puñalada en su sangrante corazón.
